La verdad es que es una pregunta que siempre me he planteado… ¿Por qué relacionamos el sentimiento del amor con el órgano del corazón? A fin de cuentas… Tendría más sentido compararlo con el cerebro ya que el amor no es más que una reacción química (aunque el punto de vista científico no deje de parecerme demasiado frío para una sensación tan cálida). Buscando algo de información para poder hacer una entrada me encontré con algo que, sinceramente, no es lo que esperaba encontrar pero puede servirme.
Siempre se ha dicho que el amor es algo complejo. Existen diversos tipos de amor con todos sus matices: El amor que pueden sentir los padres por su hija y viceversa, el amor que sienten dos amigas de toda la vida o el amor de los cuentos, el que sienten dos personas (válgame la redundancia) enamoradas. Y es una sensación increíble, sientes una felicidad que te envuelve de forma constante cuando estás con esa persona ya que tu cuerpo está generando endorfinas que te atraviesan como si se tratasen de las mismísimas flechas de cupido. Pero… ¿Qué ocurre cuando el amor se acaba? Experimentamos una sensación que bloquea tu mente y hace que asocies todo lo que te rodea a esa persona. Da igual el tiempo, no importa si han sido unos pocos meses o varios años, porque tu cerebro vuelve al punto de partida. Esta es la parte psicológica pero, sin embargo, también hay una parte física. Despues de leer el artículo del Dr. Manuel Martínez-Sellés, pude entender mejor el síndrome de Tako-Tsubo o “síndrome de corazón roto”. Este puede ser el resultado de una ruptura, el fallecimiento de un ser querido o cualquier disgusto grave. Sufrir estrés produce la liberación de catecolaminas, una sustancia que en dosis demasiado altas produce un efecto tóxico en el corazón, lo cual puede derivar en un fallo cardíaco de sintomatología similar a un infarto, aunque sin llegar a la gravedad de este.
Así que podemos concluir en que la frase “Me ha roto el corazón” no es realmente una expresión tan poética como realmente se cree.
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